jueves, 24 de abril de 2008

Percepciones

Siempre me pregunto si soy el único que encuentra un verdadero placer en ver una puesta de sol o si soy el único que se puede quedar absorto observando el singular vuelo de un colibrí.
La pregunta recurrente a quién está a mi lado en ese momento es: "¿viste? ¿maravilloso, verdad?" y la respuesta inmediata, horrendamente obvia, vacía y desinteresada es: "si, si lo vi".

Pensaba que quizás no había logrado evolucionar aquellos éxtasis que uno tiene cuando es niño al contemplar la naturaleza y la vida; o que quizás sea una auto exigencia de volver a sentirme niño, obligándome a sentir esas fascinaciones. Quizás ambas opciones son en parte ciertas y en parte no.

He logrado encontrar entre mis amigos, los amigos de mis amigos y la gente que se me cruza en por la vida, que algunos de ellos son muy sensibles al percibir la naturaleza, pero lo que me parece extraño , es que solo es un pequeño puñado de gente.

Probablemente se deba a que todos andan entrampados con las preocupaciones del trabajo, o el cómo sacar la familia adelante, la liga de campeones y demás recurrencias normales de este tiempo. También es probable que el ser humano haya empezado a desorientar el rumbo de la vida y nos estemos deshumanizando, convirtiéndonos en "entes generadores de riquezas" (ya sean para uno mismo o para otros), o "entes acumuladores de soledades".

De cualquier forma, la respuesta - vacía y obvia - me sigue hincando en lo más profundo de mi alma y no me da gana de seguir planteándola. ¿Por qué cubrir de nubes una bella y despejada tarde de sol?, creo que en adelante, preferiré comportarme como un verdadero egoísta y guardaré los mágicos colores y sonidos del universo para mi solo.

lunes, 14 de abril de 2008

Trascendencia

Leía una frase célebre - de esas frases que te envían por suscripción - atribuida a Benjamín Franklin, la cual decía: "Si no quieres perderte en el olvido tan pronto como estés muerto y corrompido, escribe cosas dignas de leerse, o haz cosas dignas de escribirse", y me sonó bastante interesante para desmenuzar:

Olvido. Aquello del olvido es parte de las dudas y preguntas primigenias del ser humano: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿esto es un sueño? etc. Todos los seres vivos tienen el instinto de la trascendencia, activo. En el caso de los animales, estos realizan diversas actividades, para que la casta de polillas, peces o leones, no deje de existir (esto también va muy ligado al equilibrio de la naturaleza), una de esas actividades es la procreación y la consecuente descendencia.
En el caso del hombre, el instinto marcó una pauta similar; sin embargo, la evolución del hombre como ser racional, el "libre pensar", las artes y los distintos eventos, hicieron que el ser humano vislumbre otro nivel de trascendencia.

Niveles de trascendencia. He encontrado diversos niveles (no tocaré los niveles filosóficos: objetiva, subjetiva, absoluta), y parto de los dos niveles que yo considero básicos: negativa y positiva. Y partiendo de ellos, cada uno abre un árbol de subniveles.
P.e. en mi caso, yo he trascendido, en mis hijos: ellos llevarán mi recuerdo, la educación que les de, mi legado de sangre, etc. Puede parecer una trascendencia muy básica, pero es el nivel que me conforta.
Alguno otro se puede solazar de haber trascendido al haberse hecho famoso con un cuadro que pintó. Es su nivel de trascendencia.
No generemos un debate sobre qué es negativo o positivo para cada sociedad; sin embargo, creo que también Saddam Hussein, George Bush y Adolf Hitler, consiguieron un nivel de trascendencia. Osea, no solo las cosas dignas de escribirse o leerse nos hacen trascender.

Puedo concluir con el postulado de que la trascendencia en sí, es otra de las maneras que el individuo encontró, más que para dar un paso en el túnel del tiempo; para saciar su egocentrismo. Miren a Benjamín Franklin, aconsejando a que uno sea recordado en la historia, como uno y no como sociedad. También es importante trascender como sociedad. Y para este punto, recomiendo dar una mirada a los niveles que propone la filosofía.

lunes, 7 de abril de 2008

Pequeñas cosas para un planeta que se nos muere

Conversaba con mis amigos y le dábamos vueltas y más vueltas, a la vida, al mundo y al ser humano, y, de pronto, una idea que tenía dando volteretas en la cabeza salió a la luz: instituir "el día de la no contaminación energética en mi hogar"; en otras palabras, el día del apagón familiar.

Entiendo que el apagar la luz de mi casa, la computadora y el refrigerador no disminuirán la temperatura de este febril planeta, pero será nuestra pequeña contribución a este planeta que se nos muere; una muestra de respeto a nuestros hijos - y no hablo de los míos, sino de los que pare a diario la raza humana - y además, una perfecta ofrenda a la Pachamama.

Otra de las cosas relevantes de todo esto, será el poder nutrir a mis hijos con esas prácticas ecológicas - además de esto, nosotros separamos de nuestra basura, por el momento, el vidrio, y lo depositamos en las ánforas ubicadas en los supermercados, aunque ya vi que también reciben plástico, baterías y celulares.

Aún no hemos establecido una fecha exacta y espero poder contarles próximamente cómo nos fue y qué opiniones tuvieron mis hijos al respecto.