jueves, 29 de mayo de 2008

Dale gracias a Dios que tienes gafas

El día de estreno mundial de Indiana Jones, estuvimos haciendo cola en la puerta del cine mi hijo de 8 años, un par de buenos amigos y yo. No es que seamos fanáticos de Indiana Jones, pero lo cierto es que nos gusta el personaje y nos divierte la temática de persecución tonta y la búsqueda de los secretos de la humanidad. Claro que cualquiera que nos haya visto de pié frente a la puerta una hora antes de que largue la función, podría creer que somos realmente fanáticos.

Empezó la película.
Una ambientación clásica, algunos efectos novedosos – frente a lo visto en las tres primeras películas – y acción tonta. El desarrollo de la trama es alrededor de pasillos universitarios, callejones sin salida, trampas, doble trampas, secretos y de vuelta la acción tonta. Final: feliz.

Salimos del cine con la sensación de haber visto la película que esperábamos, tal como lo dije antes: persecución y búsqueda. Mi hijo estaba contento y no paraba de hablar, y los otros nos dedicamos a burlarnos de los errores culturales. Pagamos por entretenernos y recibimos eso. Igual pasó con “Duro de matar 4.0” y “Piratas del Caribe".
Nadie salió herido en lo más profundo de su ser por errores, horrores y favores cinematográficos.

Solo pasaron unas horas de haber visto la película, cuando de pronto, una plaga, al mismo estilo de Saramago y sus ciegos, inundó Lima. Los infectados repetían en coro, versillos como: “Te equivocaste Lucas” “Maldito Spielberg” “¿Por qué no pagaron a un historiador?” “¿Por qué no nos respetan?”
Y algún exagerado incluso opinaba que había que instituir el “día del orgullo peruano”.

No es para tanto señores, uno va al cine a disfrutar y si la película resultó una absoluta basura o si me sentí ofendido por alguna frase o escena, pues me paro del cine y me voy, pero no pretendamos que luego de haber disfrutado de la película y de haber casi muerto de risa en la butaca, salir y vociferar al viento frases negativas.

Sin ánimos de plantear polémica religiosa, yo recuerdo que muchos católicos decidieron ir a ver “El Código Da Vinci”, so pretexto de que tenían que ver cuál era el planteamiento de Brown, para poder explicarle a sus hijos cuál era la realidad y cuál la fantasía. Conforme. Y recuerdo a otros, entre ellos mi madre, que dijeron que no la verían nunca, simplemente porque atenta contra sus fundamentos de doctrina católica. Conforme también. Y también recuerdo una buena pandilla de seres que se enfrascaron en una discusión estéril e interminable sobre la verdad de Dios, la Virgen, la masonería y cuanta cosa hubo en el libro-película, pero que yo recuerde, Brown nunca dijo he escrito un libro fundamentado en mis investigaciones y que aclarará la verdad de la milanesa a toda la humanidad; lo que hizo fue recrear una historia-ficción-novela, cuyo propósito – a mi parecer - fue colgarse de la polémica del “género” conspiración mundial, y ganar dinero.

El Código Da Vinci debió ser recibida como película de entretenimiento y no como documental revisado y corregido por historiadores y científicos. Con Indiana Jones pasa lo mismo.
Ahora, que pudieron haber investigado un poco más, sí, es cierto. Vayan pues y reclamen a la dupla Lucas-Spielberg. Yo por mi parte me quedo esperando la secuela.

lunes, 19 de mayo de 2008

AL-CUE

A propósito de la cumbre, quería comentar respecto al discurso del Presidente Alan García: en líneas generales, estuvo bastante equilibrado, se dejó entender en su solicitud de ayuda para poder desarrollar la industria, supo pedir más inversión, y lo más importante de todo, se burló de él mismo, a manera de auto aceptación de sus errores de antaño.

Y es que sí, nadie es tan atrevido para decir de sí mismo, a los presidentes y representantes de los países del mundo, que el uso de la maquinita no es el mejor camino y que eso ya lo sabemos todos los peruanos. Encima dejó en claro al público local, que aplaudía a sus anchas la presidencial ocurrencia, que ellos no se debían burlar, que ellos se enriquecieron gracias a sus burradas.

A mi juicio, la intención básica de García, fue dejar muy claro a los futuros inversionistas, que él nunca más se permitirá cometer los errores del pasado; que su dinero será bien recibido y que además será respaldado por el marco legal adecuado.