miércoles, 27 de febrero de 2008

¿De qué hablaremos?

Hace un par de años, uno de los mejores amigos que he tenido, uno de esos seres especiales que llegaron a la tierra, enfermó de un momento a otro y entró en trance de muerte. Tuve la oportunidad de comunicarme por teléfono con él (nos encontrábamos en países distintos), tan solo un par de días antes de su deceso y conversamos un poco.
Me preguntaba, segundos antes de hacer la llamada, ¿de qué hablaremos?.

Cuando dos personas se quieren como hermanos, no es necesario decir nada, las palabras sobran. La conversación entre nosotros fue muy fluida: hablamos sobre la familia, algo de política y sobre los amigos; y Félix - así se llamaba - cerró la conversación diciendo: "hermano lindo, cortemos ya que la llamada te va a salir muy costosa".

Hace una semana, la hermana de mi madre, entró en el mismo trance, y de nuevo saltó a mi cabeza la misma frase: "¿de qué hablaremos?".
Esta vez me fue muy difícil manejar la situación y me limité a saludarla con un dulce beso y un pequeño cariño en la mano.
La verdad es que cuando se pasa por estas situaciones siempre las palabras sobran.

viernes, 15 de febrero de 2008

Comparto mi alegría

Hoy es mi cumpleaños.
Hoy desperté igual que todos los días, pero sintiéndome más maduro que nunca, más logrado, con la fuerza que dan los treinta y tres años.
Paula dormía a mi lado. Despertó y me dio un super beso.
Bruno entró al dormitorio rascándose la cabeza y bostezando; y me abrazó fuerte, como nunca lo había sentido, y me dio un beso.
Mónica me regaló un dulce "Feliz Cumpleaños" y todos cantaron el clásico Happy Birthday que instituimos como costumbre familiar hace mucho.
No he parado de sonreir todo el día - y claro quién podría dejar de hacerlo después de esos despertares - y ahora, en este día de alegría, que se vaya al diablo la bolsa de valores, que se pudran los fondos de inversión, que se caiga el mundo en pedazos (esto solo es retórica, eh), hoy he vuelto a nacer.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Sobre la arena que casi olvido...

Hace unos dias nos fuimos de camping a la playa. La verdad es que ya habían pasado varios años desde la última vez que fuimos de camping. Éramos menos, éramos felices, aunque claro, ahora somos más y non menos felices.
Recuerdo cuando salía corriendo de la oficina, tiraba la corbata en el suelo del dormitorio y cargaba una mochila, una carpa y una bolsa de dormir; y luego partíamos al sur.
Recuerdo cuando la lluvia cayó copiosamente sobre nosotros y los relámpagos nos hicieron correr a los quioscos.
Recuerdo estar sentado junto a la fogata, quemando la vida en palabras e historias.

Una de las cosas que trae consigo la edad, es ver las cosas con otros ojos; pierdes la inocencia sin siquiera haberte dado cuenta. Ahora razonas las cosas al mirarlas. Pero no es del todo malo porque abres algunos planos distintos en la apreciación, que serían imposibles de ver cuando eres niño. Hernán decía que los niños no están contaminados como nosotros, y creo que tiene razón. En este ir y venir de ideas; luces; y sombras; me di cuenta que algunas cosas han cambiado: La playa luce distinta, el sol brilla más; las olas traen más agua; y hasta los ojos de Mónica, hoy brillan distinto.
Creo que una de las cosas buenas de ser adulto es que realmente te parece fantástico ver un grupo de delfines saltar cerca a la orilla, o que al ver las olas, sabes apreciar el brillo del sol sobre ellas; y claro un niño tampoco podría sentirse lleno al ver a Paula chapotear en el mar.

Escribo esta vez sobre la arena que casi olvido, por mi necedad de estar todo el tiempo metido en el trabajo; por hacerme "autoviejo" todos los días, sin aún serlo; por no compartir con mis hijos, la arena que casi olvido.